Sobre mi

Durante años viví desconectada de mi cuerpo… aunque no lo sabía. No lo llamé trauma. No lo llamé adicción. Solo seguía. Desde fuera parecía fuerte, funcional, incluso luminosa. Pero por dentro, algo estaba roto en silencio. Hería mi cuerpo sin darme cuenta. A través de hábitos, exigencias, silencios, abandono sutil. Creía que ser consciente era suficiente. Leía, estudiaba, comprendía… Pero el cuerpo todavía cargaba historias antiguas.

Hasta que un día llegué al límite.

Al límite de la guerrera. Al límite de la lucha.

No fue una búsqueda espiritual. Fue una rendición. Apagué las luces. Me tumbé en el suelo. Sin teléfono, sin comida, sin ruido, sin nadie.
Solo yo. Solo la oscuridad.

Y ahí, sin esperarlo, se abrió un portal. Llegó un toque de gracia. Por primera vez sentí felicidad sin motivo. Sentí que algo me sostenía. No era un dios, no era una idea. Era la vida misma, palpitando en mi cuerpo.

Ese instante no fue la cima. Fue el comienzo.
Mi cuerpo empezó a sentirse… verdadero. Y desde ahí empezó el camino real.

Desde entonces no he parado. He explorado mi conciencia en todos los lenguajes posibles: el silencio, la emoción, el sonido, el vínculo, la energía, la tierra, la ciencia, el espíritu. Me he formado en todo lo que me transformó. Y en cada paso, he ofrecido lo que ya estaba encarnado.

Pero si hubo una puerta que lo cambió todo… fue la sexualidad. Comprenderla. Redefinirla. Honrarla.

Usar mi energía sexual como espejo de mi alma, como fuerza creativa, como medicina interior. La sexualidad fue mi gran antes y después.

Me devolvió al cuerpo. Al placer. A la verdad.